viernes, 14 de enero de 2011

Red Shadow

Capítulo IV

Una luz en la oscuridad

Estaba furioso, mi propio padre, ese hombre a cual vi con tanto respeto durante mucho tiempo, ahora lo único que recuerdo de él, es ese momento en su cuarto, moribundo, casi con una apariencia de muerto más que la de un vivo, estaba en la calle, ya no pensaba volver a esa maldita casa, yo era apenas un niño, de escasos 8 años, pero tenía un odio y una furia como la de una persona mayor, mi llanto era de furia y coraje, y sin darme cuenta entre a un callejón, en donde habían unos cholos.

En el momento en el que me vieron, me rodearon como lo haría una manada de lobos, pero a los animales los entiendo, rodean a su presa para sobrevivir, pero esta clase de personas, lo hacen porque son unos cobardes que no pueden pelear solos.

Uno de ellos cobardemente, dio un golpe en la nuca, en ese momento, con todo el rencor que tenía en mi ser, me avalase sobre él, tumbándolo, lo mordí en una oreja, fue tanta la fuerza de mi mordida que se la arranque de su cabeza, los demás cholos me separaron de él y mi tiraron al suelo para patearme y golpearme, no les importo que yo apenas fuese un niño, me hallaba en el piso, golpeado y ensangrentado, pero todavía consiente, lo suficiente para alcanzar a ver y oír al cholo al cual le arranque la oreja que se disponía con bate a golpearme, la verdad, le tenía un agradecimiento, porque me estaba haciendo un favor, favor al ya no tener que vivir, en este mundo, donde todos se matan por dinero, evitándome de vivir una juventud llena de imbéciles, que ya son padres prematuros, en donde creen que fumar y tomar ya son grandes, pero extrañamente cuando tenía su bate arriba para darme el golpe, de una forma como si alguien se lo hubiera arrancado de las manos cayó al suelo, todos voltearon, pero ya no supe mas, me desmaye.

Cuando desperté estaba vendado y en una cama, pero no era de hospital, al fondo escuchaba un silbido, me trate de levantar, pero el dolor era terrible, por una puerta en donde salía el silbido, se asomo un sujeto con unos lentes negros, se acerco a mí y me recostó y me dijo que no me levantara, yo le pregunte ¿Quién era él? Contesto que se llamaba Urius.